Me soñaba cálida y despreocupada, caminando por las calles del mismo pueblo en el que vivo, vestía un pantalón deportivo color azul marino, una playera de mangas largas color negra con dibujos al frente… no recuerdo cuales y unos tenis blanco con gris; regresaba a casa y como de mi costumbre tome un atajo, no era precisamente la calle que siempre acostumbro, esta era aun más ancha, con la capacidad de que cuatro autos pasaran por ella al mismo tiempo; pero al momento en que seguía mi camino, la calle se hacía cada vez más estrecha hasta que solo pude andar yo sola.
El suelo en todo el recorrido seguía siendo de piedras y rocas, pero en ese punto había un gran desnivel, tenía que cuidar bien de mi equilibrio, las paredes mal hechas de cemento, ladrillos o tabiques eran mi único sostén y ayuda; nada más me preocupaba que llegar a casa, hasta el momento en que escuche un frágil toque detrás de la pared a mi derecha, me quede inerte, esperando escuchar algún otro sonido, aun con las manos pegadas a ambas paredes para sostenerme; pasaron diez segundos y volvió a suceder esta vez un poco más fuerte.
-¿Hola? –pregunte tontamente-.
Nadie respondió, me creí una entrometida y seguí caminando con mis manos rozando en las paredes, pero un estruendoso “¡No!” me detuvo nuevamente, aquella voz no había sonado nada normal, no parecía la de un hombre o una mujer, aunque se asemejaba un poco con la de un niño… o niña. Me volví al punto donde se había escuchado, con un poco de dificultad por que el suelo ahora se movía con tranquila violencia. Coloque ambas palmas en la pared y preocupada cuestioné:
-¿Hola? ¿Estás bien? –Otra vez no hubo respuesta-.
Quede otro momento esperando, esta vez, algo sentí en las manos, una vibración, un objeto golpeándose contra la pared desde el otro lado, se me ocurrió que podría ser ese niño o alguien azotando su cabeza.
-¡Basta!
Se detuvieron los golpes, estaba tan asustada, no podía moverme, algo pasaba detrás de esa pared, no sabía qué hacer. Escuche los gemidos endebles de una persona como si se quedara sin aire esta vez no dije nada, escuché, pero el sonido se hacía cada vez más flojo; de un momento a otro pegue mi oído a la pared, no se escuchaba nada. Después de unos segundos un ensordecedor impacto me aparto de inmediato, aunque no pude retroceder muchos pasos ya que otra pared estaba a mis espaldas, mis ojos temblaban tratando de desviarse del punto al que yo no podía dejar de ver: La pared, de un rojo o naranja descolorido.
Mi respiración se aceleró, mis manos, con trauma, buscaron refugio en la otra pared, mis pies se deslizaban continuamente, ahora las rocas eran tierra húmeda y resbalosa; pero la pared no se mantuvo quieta, un segundo impacto casi la destroza, algo quería salir y no esperaría a ver que era. Comencé a moverme torpemente tratando de no acercarme al muro, de repente la suerte vino en mi ayuda y el piso se volvió de tierra pero estable, corrí a todo lo que pude y a unos cuantos pasos detrás de mi escuche los rayones de uñas o garras siguiéndome.
-¡Déjame en paz! –solté irritada-.
-¡Quédate! –La voz combinada de un niño y una mujer, tal vez-.
El camino volvía a ensancharse, ya estaba la salida de esa calle a unos metros de mi, pero aquello no se rendía, sin voltear adiviné, por un ruido de rocas siendo destrozadas, que algo enorme había salido al fin detrás de esa pared, mis piernas se cansaban, estaba agotada pero aun así no dejaba de correr, noté que mi entorno se volvía oscuro, fuera lo que fuera me estaba alcanzando, me tenía justo donde quería.
-¡No!
Era tarde, ya era tarde… pero hubo una gran luz aproximándose, me tomo de la mano, solo pude ver su brazo, me elevo…
Y me perdí de nuevo en otro sueño.
El suelo en todo el recorrido seguía siendo de piedras y rocas, pero en ese punto había un gran desnivel, tenía que cuidar bien de mi equilibrio, las paredes mal hechas de cemento, ladrillos o tabiques eran mi único sostén y ayuda; nada más me preocupaba que llegar a casa, hasta el momento en que escuche un frágil toque detrás de la pared a mi derecha, me quede inerte, esperando escuchar algún otro sonido, aun con las manos pegadas a ambas paredes para sostenerme; pasaron diez segundos y volvió a suceder esta vez un poco más fuerte.
-¿Hola? –pregunte tontamente-.
Nadie respondió, me creí una entrometida y seguí caminando con mis manos rozando en las paredes, pero un estruendoso “¡No!” me detuvo nuevamente, aquella voz no había sonado nada normal, no parecía la de un hombre o una mujer, aunque se asemejaba un poco con la de un niño… o niña. Me volví al punto donde se había escuchado, con un poco de dificultad por que el suelo ahora se movía con tranquila violencia. Coloque ambas palmas en la pared y preocupada cuestioné:
-¿Hola? ¿Estás bien? –Otra vez no hubo respuesta-.
Quede otro momento esperando, esta vez, algo sentí en las manos, una vibración, un objeto golpeándose contra la pared desde el otro lado, se me ocurrió que podría ser ese niño o alguien azotando su cabeza.
-¡Basta!
Se detuvieron los golpes, estaba tan asustada, no podía moverme, algo pasaba detrás de esa pared, no sabía qué hacer. Escuche los gemidos endebles de una persona como si se quedara sin aire esta vez no dije nada, escuché, pero el sonido se hacía cada vez más flojo; de un momento a otro pegue mi oído a la pared, no se escuchaba nada. Después de unos segundos un ensordecedor impacto me aparto de inmediato, aunque no pude retroceder muchos pasos ya que otra pared estaba a mis espaldas, mis ojos temblaban tratando de desviarse del punto al que yo no podía dejar de ver: La pared, de un rojo o naranja descolorido.
Mi respiración se aceleró, mis manos, con trauma, buscaron refugio en la otra pared, mis pies se deslizaban continuamente, ahora las rocas eran tierra húmeda y resbalosa; pero la pared no se mantuvo quieta, un segundo impacto casi la destroza, algo quería salir y no esperaría a ver que era. Comencé a moverme torpemente tratando de no acercarme al muro, de repente la suerte vino en mi ayuda y el piso se volvió de tierra pero estable, corrí a todo lo que pude y a unos cuantos pasos detrás de mi escuche los rayones de uñas o garras siguiéndome.
-¡Déjame en paz! –solté irritada-.
-¡Quédate! –La voz combinada de un niño y una mujer, tal vez-.
El camino volvía a ensancharse, ya estaba la salida de esa calle a unos metros de mi, pero aquello no se rendía, sin voltear adiviné, por un ruido de rocas siendo destrozadas, que algo enorme había salido al fin detrás de esa pared, mis piernas se cansaban, estaba agotada pero aun así no dejaba de correr, noté que mi entorno se volvía oscuro, fuera lo que fuera me estaba alcanzando, me tenía justo donde quería.
-¡No!
Era tarde, ya era tarde… pero hubo una gran luz aproximándose, me tomo de la mano, solo pude ver su brazo, me elevo…
Y me perdí de nuevo en otro sueño.