30 nov 2008
Vacio
Ultimamente me he sentido vacia, yo lo noto, los demás lo notan, y me siento mal por comportarme tan cerrada, aunque es raro para mi pensar esto, esque yo así soy, soy seria y no expreso muchas veces lo que siento. Lo cierto es que algunas personas notan que algo anda mal en mi, y otras no; esto se debe a que algunas veces estoy sonriente, muy sonriente, pero luego ese vacio regresa y sin que se den cuenta lloro... apenas hace unos dias atras cumpli 16 años... no se si se olvido de mi, o de mi cumple, o no tuvo tiempo, no se... una amiga que no veo desde hace meses, la extraño mucho, y la verdad creo que ella es el motivo de mi vacio, yo esperaba de ella aunque sea por correo electronico una felicitación, pero no fue así. Siento que no debo reclamarle nada, y al mismo tiempo tengo miedo, no se porque, quiero verla, pero al mismo tiempo, no quiero, estoy confundida, y no tengo idea del porque estoy en esta situación.
Talvez esto tenga que ver también con mi relación amorosa, estoy feliz con esa persona que hoy me acompaña en mi camino, pero igual, hay algo que me confunde, no puedo decir más tengo miedo de hablar de más y arruinar todo... solo los dejo con esto: aunque me hunda un millon de veces volvere a la superficie, por que me lo propongo....
Aunque, creo que me gusta sufrir....
ejem
27 nov 2008
Una Noche Extraña
Ese día la noche llego como siempre tan oscura y fría, sin embargo no era como las demás, aquella noche se convirtió en algo totalmente inolvidable para mí.
Fue un 2 de Noviembre de 1992, ya pasaban de las doce, yo aun estaba despierta pues acababa de llegar de una fiesta que ofreció el amigo de mi fallecido esposo, yo vivía sola, después de la muerte del hombre que conquisto mi corazón a causa de una terrible enfermedad, despedí a todos los mayordomos y sirvientas que mi amado había contratado para mi tranquilidad laboral, no quería que nadie limpiara sus cosas, ni que las tocara, nunca llore por su muerte, aquello había sido mal visto por algunos amigos, pero solo yo sabía que si sufría, aunque jamás lo demostraba. Después de eso, en su testamento apareció que toda su fortuna era para mí, más lo que yo deseaba era su regreso.
Me adentre en la enorme casa, subí por las largas escaleras hasta llegar a mi habitación, abrí lentamente la puerta, solo se escucho un leve rechinido, entre, cerré la puerta con más fuerza y ágilmente me quite el saco, lo deje sobre un sillón color hueso y camine hasta mi cama; ya iniciaba a prepararme para descansar, pero el teléfono sonó, me talle los ojos en señal de poseer sueño, pero me acerque al aparato, levante la bocina, me lo puse al oído y conteste levemente.
- ¿Diga?
Nadie contesto. Volví a preguntar, pensando que no me habían escuchado.
- ¿Diga? ¿Qué desea?
Nada. Solo silencio y nada más.
- ¡CONTESTE!
Una voz masculina y de tono grueso, me contesto entonces:
- Te observo…
Colgué rápidamente, no podía creer lo que sucedía, ¿acaso alguien, realmente me vigilaba? Comencé a temblar, me quede inmóvil abrazándome a mi misma para evitar el movimiento de mi cuerpo al temblar, luego reaccione, a paso rápido me acerqué a la puerta de salida de la habitación y la cerré con seguro, luego las ventanas, armario, puerta del baño todo asegure para que nadie entrara, sentí un poco de tranquilidad, pero de nuevo sonó el teléfono y el miedo volvió a mí, me acerque, muy lentamente, mis manos temblorosas e inseguras se aproximaron a la bocina, la levante, la lleve a mi oído, no conteste, me quede muda ante el sonido vacío del teléfono, apreté mi boca como tratando de evitar que alguna palabra se me escapara, luego cerré los ojos y los abrí al escuchar…
- No importa lo que hagas, tus intentos son vanos, entraremos sin problemas.
Solté el teléfono, lo deje caer al suelo, decidida a salir huyendo de mi casa, corrí a la puerta pero esta no se abría, quite el seguro pero esta seguía sin abrirse, comencé a patearla desesperadamente, a empujarla con débiles fuerzas, entonces, sólo un ruido calmo mi furia; el teléfono aun estando descolgado, sonó. Mis ojos se agrandaron de sorpresa, deje la puerta en paz y corrí a esconderme tras el sillón, el teléfono no dejaba de sonar, pero yo no iba a contestar, me encogí tapando mis orejas, deseando que todo terminara, deseando que ese maldito teléfono silenciara. De repente una sensación horrible me inmovilizo, una mano fría se posaba sobre mi desnudo hombro, era inevitable, solté un grito que nadie pudo escuchar, no tenía vecinos a quienes despertar, me levante ágilmente y me frote el hombro como si tratara de limpiarme, cuando me recupere, un poco, de aquel trauma, abrí el armario y tome lo primero que encontré como arma, un bat y empecé a batear al aire sin conseguir respuesta. Me detuve al escuchar los golpes lentos de una mano débil, a mi puerta.
- Eileen, abre la puerta, soy yo, Leandro.
Al escuchar la idéntica voz de mi esposo tras la puerta, me llene de nostalgia y melancolía.
- No… tu no puedes ser… mi esposo esta muerto –mi voz se rompía al tratar de hablar, pero era obvio, una mentira, no podía ser más que una mentira, así que tome aire y retome las palabras- ¡TÚ NO ERES MI ESPOSO!
- Te lo juro, soy yo… nada malo pasara. Abre la puerta.
- N-no quiero…
- Confía en mí, estoy aquí para protegerte, amor.
No podía creer lo que escuchaba, pero más asustada que convencida, camine a la puerta dispuesta a abrirla.
La abrí despacio, el rechinido de la madera se escucho, como normalmente lo hacía, cerré los ojos, un aire recorrió mi cuerpo, una sensación de tranquilidad se apodero de mí, abrí los ojos y no había nada, nada que demostrara y asegurará que a quien yo había escuchado fuera mi esposo. El teléfono volvió a sonar, me aproxime a el, me agache para levantarlo del suelo y preste atención a lo que me dirían, tan solo escuché la voz de mí esposo diciendo:
- Gracias, amor.
Quería contestar, pero mí garganta se cerró, colgué el teléfono al ya no escuchar nada, comencé a llorar, como si nunca lo hubiera hecho, tal vez llore mucho esa noche, por haber aguantado el dolor que me provoco la muerte de mi esposo, mi llanto ya no era de miedo, sino de tristeza.
Después de eso recuerdo haber caído al suelo sin fuerzas, para despertar en cama al día siguiente…
¡FIN!
Fue un 2 de Noviembre de 1992, ya pasaban de las doce, yo aun estaba despierta pues acababa de llegar de una fiesta que ofreció el amigo de mi fallecido esposo, yo vivía sola, después de la muerte del hombre que conquisto mi corazón a causa de una terrible enfermedad, despedí a todos los mayordomos y sirvientas que mi amado había contratado para mi tranquilidad laboral, no quería que nadie limpiara sus cosas, ni que las tocara, nunca llore por su muerte, aquello había sido mal visto por algunos amigos, pero solo yo sabía que si sufría, aunque jamás lo demostraba. Después de eso, en su testamento apareció que toda su fortuna era para mí, más lo que yo deseaba era su regreso.
Me adentre en la enorme casa, subí por las largas escaleras hasta llegar a mi habitación, abrí lentamente la puerta, solo se escucho un leve rechinido, entre, cerré la puerta con más fuerza y ágilmente me quite el saco, lo deje sobre un sillón color hueso y camine hasta mi cama; ya iniciaba a prepararme para descansar, pero el teléfono sonó, me talle los ojos en señal de poseer sueño, pero me acerque al aparato, levante la bocina, me lo puse al oído y conteste levemente.
- ¿Diga?
Nadie contesto. Volví a preguntar, pensando que no me habían escuchado.
- ¿Diga? ¿Qué desea?
Nada. Solo silencio y nada más.
- ¡CONTESTE!
Una voz masculina y de tono grueso, me contesto entonces:
- Te observo…
Colgué rápidamente, no podía creer lo que sucedía, ¿acaso alguien, realmente me vigilaba? Comencé a temblar, me quede inmóvil abrazándome a mi misma para evitar el movimiento de mi cuerpo al temblar, luego reaccione, a paso rápido me acerqué a la puerta de salida de la habitación y la cerré con seguro, luego las ventanas, armario, puerta del baño todo asegure para que nadie entrara, sentí un poco de tranquilidad, pero de nuevo sonó el teléfono y el miedo volvió a mí, me acerque, muy lentamente, mis manos temblorosas e inseguras se aproximaron a la bocina, la levante, la lleve a mi oído, no conteste, me quede muda ante el sonido vacío del teléfono, apreté mi boca como tratando de evitar que alguna palabra se me escapara, luego cerré los ojos y los abrí al escuchar…
- No importa lo que hagas, tus intentos son vanos, entraremos sin problemas.
Solté el teléfono, lo deje caer al suelo, decidida a salir huyendo de mi casa, corrí a la puerta pero esta no se abría, quite el seguro pero esta seguía sin abrirse, comencé a patearla desesperadamente, a empujarla con débiles fuerzas, entonces, sólo un ruido calmo mi furia; el teléfono aun estando descolgado, sonó. Mis ojos se agrandaron de sorpresa, deje la puerta en paz y corrí a esconderme tras el sillón, el teléfono no dejaba de sonar, pero yo no iba a contestar, me encogí tapando mis orejas, deseando que todo terminara, deseando que ese maldito teléfono silenciara. De repente una sensación horrible me inmovilizo, una mano fría se posaba sobre mi desnudo hombro, era inevitable, solté un grito que nadie pudo escuchar, no tenía vecinos a quienes despertar, me levante ágilmente y me frote el hombro como si tratara de limpiarme, cuando me recupere, un poco, de aquel trauma, abrí el armario y tome lo primero que encontré como arma, un bat y empecé a batear al aire sin conseguir respuesta. Me detuve al escuchar los golpes lentos de una mano débil, a mi puerta.
- Eileen, abre la puerta, soy yo, Leandro.
Al escuchar la idéntica voz de mi esposo tras la puerta, me llene de nostalgia y melancolía.
- No… tu no puedes ser… mi esposo esta muerto –mi voz se rompía al tratar de hablar, pero era obvio, una mentira, no podía ser más que una mentira, así que tome aire y retome las palabras- ¡TÚ NO ERES MI ESPOSO!
- Te lo juro, soy yo… nada malo pasara. Abre la puerta.
- N-no quiero…
- Confía en mí, estoy aquí para protegerte, amor.
No podía creer lo que escuchaba, pero más asustada que convencida, camine a la puerta dispuesta a abrirla.
La abrí despacio, el rechinido de la madera se escucho, como normalmente lo hacía, cerré los ojos, un aire recorrió mi cuerpo, una sensación de tranquilidad se apodero de mí, abrí los ojos y no había nada, nada que demostrara y asegurará que a quien yo había escuchado fuera mi esposo. El teléfono volvió a sonar, me aproxime a el, me agache para levantarlo del suelo y preste atención a lo que me dirían, tan solo escuché la voz de mí esposo diciendo:
- Gracias, amor.
Quería contestar, pero mí garganta se cerró, colgué el teléfono al ya no escuchar nada, comencé a llorar, como si nunca lo hubiera hecho, tal vez llore mucho esa noche, por haber aguantado el dolor que me provoco la muerte de mi esposo, mi llanto ya no era de miedo, sino de tristeza.
Después de eso recuerdo haber caído al suelo sin fuerzas, para despertar en cama al día siguiente…
¡FIN!
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